En 1960 cuando Benedetti entraba a sus cuarenta años publica la que es probablemente su novela más famosa, la que catapultó su carrera como escritor: La Tregua. En sus páginas, Benedetti nos introduce en el microuniverso de Martín Santomé un hombre que se acerca peligrosamente a los 50 años de edad. Viudo, y próximo a la jubilación, mantienen una relación distante con sus hijos a pesar de que éstos aún comparten la casa familiar. A través del protagonista, podemos recrear no sólamente el paréntesis amoroso de un hombre que se creía reseco, incapaz de desarrollar sentimientos y emociones, enterrados junto con su esposa muerta veinte años atrás, sino la totalidad del retrato de un hombre maduro que se confronta a su propia vida y destino.
A través de Santomé, Benedetti pinta escenas interiores que nos confrontan a la cotidianidad de una familia donde la presencia ausente de la madre marcó la pauta. Donde el personaje jugo fatalmente a ser padre y madre a la vez y cuya interacción transita entre el respeto, la indiferencia y un permanente “estado de preconflicto”.
A través de la subjetividad del personaje nos adentramos también en otros micromundos como el de la oficina, ahí donde no hay amigos sino “tipos que se ven todos los días, que rabian juntos o separados, que hacen chistes y se los festejan, que se intercambian sus quejas y se tranmiten sus rencores, que murmuran(...)”. Es en ese espacio impersonal de “colegas”, donde el protagonista se encuentra con Laura Avellaneda. Referida por el propio Santomé simplemente como “Avellaneda” es una auxilar contable de 24 años recientemente contratada que transformaría su vida.
Escrita en forma de entradas de un diario personal, Benedetti va esculpiendo en ellas al personaje. Cada entrada devela los pensamientos de un hombre que repasa su vida: su matrimonio, su propia carrera, sus amigos de la infancia y cuya inminente jubilación le recuerda contundemente que la etapa de las “aspiraciones cuesta arriba” se encuentran muchos años atrás. Sin embargo, es este mismo hombre ya venido a menos el que saborea su madurez y quien es plenamente consciente de que la coexistencia de experiencia y vigor es efímera. Un hombre capaz de dialogar de forma crítica y equilibrada con Dios: “El realidad, los elementos que él mismo nos ha dado no son en absoluto suficientes como para garantizarnos ni su existencia ni su no-existencia”.
Efectivamente, uno de los ejes centrales del libro (pero no el único) es la relación amorosa entre “el Jefe y la Auxiliar”. Benedetti nos va envolviendo con maestría en este idileo, soltando de a pocos los pasajes del encuentro fortuito de este hombre con su destino. Temiendo revelar mayor información de la debida, sólamente adelantaré que se trata del agudo contraste que se va dibujando, por un lado del amor del joven Santomé con su joven esposa Isabel y por otro del amor del maduro Santomé y la joven Avellaneda.
El mundo frió y oficinezco que constitutye el despacho contable, donde Avellaneda y Santomé se encuentran, se revela como una de los espacios narrativos más ricos de la novela. Benedetti recrea un retrato colectivo del entremado de relaciones y situaciones que suceden en una oficina que podría ser cualquier oficina de cualquier lugar del mundo. Ese microuniverso donde el progatonista cuestiona nociones como el “bajo rendimiento del personal” o donde muestra que el clima de la empresa puede depender de un "orgasmo privado".
Finalmente Benedetti nos lleva a través de los paseos de Santomé a las calles de Montevideo y nos antoja conocer lugares como la Plaza Mátriz, el Palacio Salvo, la calle Dieciocho o Veinticinco y Misiones donde Avellaneda y Santomé tomaron el primer café.
Así, Martín Santomé nos va narrando su vida día a día y se revela como un personaje y carácter universal del hombre que se confronta a su destino en el devenir del tiempo. En las páginas finales del libro el lector descubrirá el verdadero significado del título de al obra.
Recomiendo sin reservas leer “La Tregua” se trata de un libro que se va rápido (desgraciadamente), que se goza y se lee sin obstáculos. Por otro lado, el personaje de Martín Santomé resulta sumamente interesante, complejo, multifacético y nada aburrido, que puede tener pensamientos tremendamente profundos sobre Dios o su propia vida y pensamientos más higiénicos como “(...) a veces no llego al horizonte y me conformo con acomodarme en la ventana de un café y registrar el pasaje de algunas buenas piernas”.
Personajes:
- Isabel: la esposa muerta
- Los hijos: Jaime, Blanca y Esteban
- Los amigos de la infancia : el patético Vignale, Aníbal quien ha perdido el impulso de vivir.
- La auxiliar contable Avellaneda
- Los colegas de la oficina: Muñoz, el marica Santini, los impersonales gerentes.
Extractos:
“Cuando se está en el foco mismo de la vida, es imposible reflexionar”
“Relacionadas con los sentimientos hay una serie de zonas vecinas, afinaes, fáciles de confundir. El amor, la confianza, la piedad, la camaradería, la ternura (...)”
“Si alguna vez me suicido será en domingo”.