jueves, diciembre 20, 2012

La borra del café



En 1978, dieciocho años después de la publicación de la Tregua, llega esta fresca novela del maestro uruguayo. La novela que repite una estructura a modo de capítulos breves, cuenta la vida de Claudio, un pequeñito que vive con su padre y su hermana quienes padecen la muerte de la madre en el Montevideo de los años 30. Sería el mismo  padre de Claudio quien lo expulsaría de la niñez anunciandole un día la enfermedad de su madre que la conduciría a la muerte.

A través de un rico abanico de personajes, que emergen en la infancia del protagonista, Benedetti nos va envolviéndo en el transcurrir de los años de la vida de Claudio. Los amigos de la infancia, la graciosa Juliska (una trabajadora doméstica yugoslava que apenas domina el español), tíos, abuelos y sus grandes amores: Rita y Mariana. 

Claudio no asiste a la escuela pues sus padres creen que está enfermo por lo que toma clases con Antonia, su joven maestra particular que provoca en él sensaciones “pre-eróticas” gracias a las “ojeadas clandestinas” que destinaba a sus piernas “graciosas y cabales”. En las páginas de la novela transcurren los años que nos muestran a un Claudio entrando en la vida adulta, quién abandona los estudios a los diecisiete años para trabajar en una agencia de publicidad y dedicarse paralelamente a la pintura. 

Resulta curioso que un Benedetti de casi 60 años, casi dos décadas después de haber retratado en "La Tregua" la vida de un hombre muduro próximo a la jubilación se enfoque ahora a retratar la vida de un niño convertido en adulto. 

Tomando como punto de partida este contraste podemos tejer varios puentes entre ambas narraciones.

Por un lado el tema de la muerte inesperada, la de Isabel, la esposa de Santomé y el de la Aurora, la madre de Claudio. Este hecho nos conduce evidentemente a repetir el tema de la viudez  El tema del amor, (que en ambos casos es y no el tema central) estructurante la narración. El tema del recuerdo, donde en ambos casos Benedetti se instala en la idea de que éste, se reconstruye como una imagen de la memoria primera.  En este sentido podemos destacar cómo en ambos casos un personaje del presente ayuda a reconstruir y a comprender a personajes del pasado: la llegada de Sonia obliga a Claudio y a su padre a reconstruir al imagen de su madre, como Avellaneda ayudaría a Santomé a entender mejor la época de Isabel. 

Encontramos también una correpondencia entre la narración en forma de capítulos breves donde vemos una clara continuidad en el diario de Martín Santomé y los “fragmentos de los borradores del viejo” (padre de Claudio) que constituyen una ventanilla a los pensamientos y reflexiones de ambos personajes. Igualmente ambas novelas exploran de forma tangencial, pero importante, el tema de Dios.   

Lo más rico del libro es sin duda experimentar la transformación de Claudio desde su niñez al inicio de su vida adulta. Podemos incluso advertir como el autor juega con las variaciones en el lenguaje del niño al joven Claudio quien busca afianzarse a la vida y encontrar su propio destino donde el amor tendrá un lugar central.

Extractos:

“Cada vez el presente me conquistaba más. El pasado era una colección de presentes a emitir. La historia toda era un larguísimo, interminable presente. También lo era mi propia historia”

“Yo la concibo (la muerte) como un sueño repetido, pero no un sueño circular, sino una repetición en espiral. Cada vez que volvés a pasar por un mismo episodio, lo ves a más distancia, y eso te hace comprenderlo mejor”. 

“Es una maravilla escuchar las olas. Parecen todas iguales y sin embargo cada una trae un sonido distitno y seguramente también un mensaje distinto”. 

Símbolos interesantes a tomar en cuenta:
  • El parque de Capurro
  • Las 3:10 pm
  • La Higuera
  • La espiral
  • La borra dle café
  • Los relojes
  • La muerte

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